El “Turco” Nasif y su pareja fueron masacrados en 2005 en su casaquinta de zona norte. Antes de morir escribió con sangre el nombre de su asesino en la pared. A Jonathan Carrasco lo mató su amigo de la infancia en un día de pesca en 2017, lo descuartizó y prendió fuego. Juan Donato fue sorprendido, apuñalado y mutilado en su chacra por un hombre que sufrió un brote psicótico. Estos son solo algunos de los crímenes más aberrantes de la crónica policial local.

De la redacción de EL NORTE
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El asesinato es uno de los crímenes más graves que puede cometer un ser humano, pero se repite incesantemente a lo largo del tiempo. Y si esos homicidios además se distinguen del resto, se desvían de lo usual con características anómalas o monstruosas, estamos ante un crimen aberrante.
La crónica policial de San Nicolás tiene entre sus páginas varios casos emblemáticos con esta particularidad, algunos de ellos especialmente recordados como el homicidio del empresario nocturno Roberto Nasif y de su pareja Mónica Ramírez. Ambos fueron salvajemente asesinados en 2005 en su casa. Antes de morir “el Turco” logró escribir con su sangre el nombre del homicida.
Otro de los hechos que calaron especialmente en la memoria de los nicoleños es el caso de Jonathan Carrasco. El joven desapareció en 2017 durante un día de pesca con su amigo de la infancia. Sus restos fueron hallados desmembrados, quemados y esparcidos en zona de islas.
El último de los casos extraídos del recuerdo, es el de Juan Donato, ocurrido en 2020. El productor agropecuario fue sorprendido cuando llegaba a su chacra por un desconocido que en medio de un brote esquizofrénico lo apuñaló y mutiló salvajemente.
La cronología de los hechos pone en primer lugar los homicidios de Roberto Nasif y Mónica Ramírez. En la madrugada del 16 de febrero de 2005 la policía encontró una escena macabra en una casaquinta de barrio. La pareja residente en el lugar había sido brutalmente atacada.
El crimen de Nasif y Ramírez
Los cuerpos de Nasif, de 55 años, y de Ramírez, de 31, habían sido masacrados en una de las habitaciones de la casa y la caja fuerte donde antes se habrían guardado 84.000 dólares estaba abierta y vacía. El hombre tenía al menos un impacto de bala en la cara y otro orificio en la zona pulmonar. Mientras que su mujer, muerta en el baño, tenía la cabeza tapada con una sábana y fuertes golpes en distintas partes del cuerpo, que luego se supo, los provocó un martillo. En ese dormitorio, donde yacían las víctimas, en la pared de la cabecera de la cama Nasif había alcanzado a escribir con su propia sangre el nombre del asesino: claramente podía leerse la palabra “Leo”.
Horas después de descubierto el crimen, ingresaba a un hospital de Rosario un sujeto herido por un escopetazo. Un llamado informó que el hombre había masacrado a “una” persona en San Nicolás. Se trataba de Carlos Ruiz. Luego apresaron a Leandro Marani. Un mes después en Chubut detienen a Leonardo “Leo” Rutti, de 27 años. Por último, en Villa Ballester localizaron a Elvio Bustamente el cuarto partícipe.
Leonardo Mauricio “Leo” Rutti, oriundo de Arrecifes era conocido de las víctimas, fue socio y amigo del hombre asesinado. Nasif había sido dueño de varios boliches, era un empresario de la noche nicoleña que había quedado cuadripléjico tras recibir un balazo durante un presunto asalto a una de las discotecas. Rutti, le había alquilado un local para montar un nuevo boliche, había adelantado el pago de alquileres e invertido dinero para reacondicionarlo. Pero no pudo habilitarlo.
La hipótesis es que había ido a la casaquinta la noche del crimen para reclamarle el dinero. Sometieron a Mónica a tormentos y después fueron por Nasif, quien se defendió desde la cama con un pistolón. Efectuó un disparo que hirió a uno de los atacantes. Los agresores respondieron y lo mataron de dos balazos. Tomaron el dinero de la caja fuerte y huyeron.
Tres años después Ruiz, Marani, Portillo y “Leo” Rutti fueron condenados a cadena perpetua.
Jonatan Carrasco y Juan Donato
Jonatan Carrasco tenía 30 años cuando fue asesinado y su cuerpo descuartizado y prendido fuego por un amigo de la infancia. El hecho ocurrió en zona de islas en octubre de 2017. La víctima conocía desde chico a Luis Ávalos, un joven de 25 años quien sería su agresor. Vivían casa de por medio. El fin de semana del 15 y 17 de octubre fueron juntos a pescar, pero el único que volvió fue Ávalos. Habían estado desaparecidos durante dos días. La primera en hacer la denuncia ante la ausencia fue la pareja de la víctima.
Cuando el homicida decidió volver se dirigió directamente a la comisaría y declaró que limpiando su escopeta había matado de forma accidental a su amigo. Explicó que después, como había tomado, se quedó dormido al lado del cuerpo de su amigo pero que al despertar su cuerpo ya no estaba, que no sabía lo que había sucedido.
Lo cierto es que no solo lo asesinó a balazos, también lo prendió fuego, lo descuartizó con un machete y después pretendió ocultar el crimen enterrando los restos en la isla. La fiscal, a poco de que se descubriera el crimen, relató que cuando llegaron hasta el rancho de chapas acanaladas, descripto por el imputado, encontraron afuera un brasero con cenizas y otra fogata recientemente consumida. No tuvieron que excavar mucho en el lugar para hacer el primer descubrimiento: el brazo izquierdo de la víctima. Además, había manchas hemáticas, un machete ensangrentado, un hacha, dos palas, un cubrecama y ropa con sangre. Los perros rastreadores fueron los que terminaron de encontrar las otras partes del cuerpo de Carrasco. El agresor fue juzgado y recibió una larga condena por “homicidio doloso”.
Se supone que Avalos actuó por venganza. La pareja de la víctima declaró que su esposo y Ávalos eran amigos de la infancia pero que habían tenido una pelea un año antes del crimen. Estuvieron distanciados un tiempo y hacía pocos meses habían reanudado la relación que terminó en la horrible tragedia.
El caso de Juan Carlos Donato tiene aristas realmente espeluznantes. Ocurrió en octubre de 2020 en la chacra en la que el trabajador agropecuario de 69 años, dedicado a la siembra de trigo y soja, vivía con su mujer y tres hijos ubicada en el kilómetro 233 de la ruta 9. Fue la esposa quien encontró el cuerpo asesinado de manera salvaje. La muerte se produce con un objeto cortante y el victimario después trabajó sobre el cuerpo y lo mutiló.
Testigos declararon haber visto a una persona que parecía enajenada deambulando por la zona. Sergio Tissi fue detenido dos días después del horrendo homicidio. Los peritos determinaron que se trataba de una persona inimputable y que padecía un trastorno esquizofrénico, con alucinaciones y delirio. No fue juzgado, pero permanece internado en un neuropsiquiátrico de Melchor Romero.
